Va y viene.

¿Sabes qué es lo que me recuerda a esa persona tan importante?

El mar.

El punto número uno es cuando vas a dirigirte hacia su interior. Nada más tocar la primera ola que baña tímidamente a la orilla sientes un escalofrío, tan espeluznante como agradable. Al principio es una persona gélida, con la que es imposible tratar. Pero decides adentrarte en su interior. A pesar de las pequeñas y grandes piedras que encuentras por el camino no dejas de caminar, sintiendo las punzadas en los pies.

El punto consecutivo son las olas. Esa es su actitud y personalidad, semejante al movimiento del mar. Puede estar tan en calma como en un movimiento constante y bravío con el que no te puedas ni acercar, serías arrastrada hacia el interior. No olvidemos el color del mar; un azul cielo tan profundo como su longitud, que se pierde en el horizonte y se funde con el cielo, siendo uno. Un azul cambiante, capaz de transformarse en gris en los días más oscuros y tenebrosos.

Y por último, se encuentra su sabor. ¿No te ha pasado que te sumerges en el agua y cuando sales a la superficie saboreas tus propios labios, degustando un toque salado? Puede resultar al principio extraño, aunque luego lo vuelves a probar, y otra vez, y otra vez de nuevo. Sí, se llama adicción.

Así es como le defino, como el mar, como las olas. Va y viene, pero siempre me llamará a entrar en él.


®Cceli.